Normalmente cuando se habla de los pueblos más bonitos de Cataluña, la mayor parte de las recomendaciones apuntan hacia Sitges, Cadaquès, Pals o Tossa de Mar. Y es lógico, son lugares verdaderamente bonitos. De eso no cabe duda. Sin embargo, este post quiere ir un poco más allá. Buscamos rincones igualmente atractivos, pero tal vez más pequeños y alejados, más desconocidos y donde haya algo que los haga únicos. De norte a sur y de este a oeste, en Lleida, Tarragona, Girona o Barcelona, en la costa y el interior, hemos descubierto diez pueblecitos que te sorprenderán.
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- Beget y la Vall de Camprodón
- El Mirador de Siurana
- Primavera en Bagergue
- Guimerà Medieval
- Tavertet, cerca de Barcelona
- Montblanc en la Ruta del Císter
- El observatorio de Áger
- Poble Nou del Delta
- El Románico de Cruïlles
- La Cripta de la Colonia Güell
1. Beget en el Vall de Camprodón
En la provincia de Girona y muy cerca de la frontera con Francia – a 20 kilómetros escasos -, en la Vall de Camprodón, podemos encontrar un pueblo de acceso más bien complicado. Sin embargo, lo que podría parecer un inconveniente, se convierte en una de las razones principales por las que su conservación haya sido realmente espectacular: una preciosa villa medieval del siglo XII, con casas de piedra y puentes y un entorno impresionante, donde apenas conviven 20 habitantes.
Nuestra recomendación: vale la pena sentarse a la mesa del restaurante Can Jeroni, con la vistas de la iglesia de San Cristòfol de fondo (templo románico) y probar la deliciosa gastronomía catalana (la «butifarra con mongetes» es de lo mejorcito).
2. El mirador de Siurana
Está entre los pueblos más bonitos de Cataluña, pero además es que cuenta con uno de los miradores más bonitos también. El pequeño pueblo de Siurana, en la comarca del Priorat (Tarragona), descansa entre paisajes de viñedos protegido por la sierra de Montsant. Este lugar es perfecto para respirar paz. Ideal para una escapada de fin de semana. Las ruinas del castillo situadas a 730 metros sobre el mar, junto a acantilados de 250 metros de desnivel, son restos del paso de los árabes por el lugar y el último bastión de resistencia. La fortaleza fue erigida en el S. IX como parte del cinturón defensivo para defender Al-Andalus de los ataques de los cristianos del norte.
Nuestra recomendación: otro de los puntos fuertes de Siurana es su famoso pantano. En verano se transforma en un punto muy solicitado para refrescarse o hacer kayak. Hay numerosas opciones de rutas para hacer senderismo.
3. Primavera en Bagergue
Apartado del bullicio, entre montañas y prados verdes, Bagergue es una de las joyas de Cataluña, de Lleida y del Valle de Arán. La visita a esta localidad de cuento tiene una parada obligada en la iglesia de Sant Félix y en la ermita de Santa Margarita. Es un pueblo que merece la pena visitar en las diferentes estaciones del año, porque en cada una de ellas te encontrarás una estampa diferente. Los inviernos está cubierto por un manto blanco y es ideal para ver caer la nieve tras la ventana con una chimenea de fondo.
Nuestra recomendación: Sin embargo, en primavera, este tentador rinconcito del Valle de Arán se convierte en una explosión de colores, lo que le ha servido para obtener el reconocimiento de “Viles Florides”, una distinción que se otorga con el objetivo de destacar la riqueza natural y paisajística del entorno gracias a sus jardines, ornamentaciones florales, viviendas y espacios lúdicos.
4. Guimerà Medieval
En la comarca de Urgell, en la provincia de Lleida, este entrañable pueblo de 270 habitantes tienen un casco antiguo catalogado como conjunto Histórico-Artístico. Es como dar marcha atrás y regresar al medievo. Nada más entrar por la carretera que viene de Vallfogona de Riucorb, ya se percibe la forma escalonada con la vista completa de todas las casas, las calles empedradas que se empinan hacia lo alto hasta la iglesia de Santa María (siglo XIV), un edificio que incluye diferentes muestras de estilos, como el románico, el gótico o el neogótico.
Nuestra recomendación: Si no tienes suficiente con la Edad Media y quieres ir todavía más, Guimerà cuenta con el Museo Cort del Batlle, donde se exponen diferentes piezas de origen íbero y una muestra sobre la Ruta del Císter.
5. Tavertet, un pueblo de Barcelona
Después de un trazado repleto de curvas, la llegada a Tavernet no es fácil. Es otro de esos pueblecitos escondidos en la geografía catalana. A poco más de 100 kilómetros desde la ciudad de Barcelona (y de Girona), en la comarca de Osona – entre los Pirineos y la Costa Brava – Tavernet, encaramado sobre un gran peñasco, cuenta con acantilados que alcanzan los 300 metros de altura sobre el conocido Pantà de Sau (embalse de Sau). Las vistas desde allí son formidables, de esas que quitan el hipo. Es realmente un cuento de hadas. Hay que entrar en el pueblo pasando por el puente colgante y dejarse llevarse a otra época viendo las casas de piedra con balcones de madera y las calles que suben y bajan. Sin duda otro de los pueblos más bonitos de Cataluña.
Nuestra recomendación: a no mucha distancia – 20 kilómetros más o menos – vale la pena acercarse hasta el Salt de Sallent, una imponente cascada de agua de 115 metros de altura.
6. Montblanc en la Ruta del Císter
Montblanc es una preciosa villa ducal, capital de la Conca de Barberà, situada en el valle del río Francolí y a los pies de las montañas de Prades. Forma parte de la popular Ruta del Císter, que une tres monasterios cistercienses al sur de Cataluña: Santa María de Vallbona en el Urgel, el monasterio de Santes Creus en Alto Campo y Santa María de Poblet en la Conca de Barbera. Merece la pena Montblanc porque su casco antiguo amurallado está plagado de edificaciones medievales: las iglesias de Santa María la Mayor o la de San Miguel, la calle de los Judíos, el palacio de los Josa o los Alenyà, el puente viejo, el hospital y la capilla de Santa Magdalena y la plaza Mayor.
Nuestra recomendación: ya que te encuentras en plena Ruta del Císter, tendría sentido hacer 10 kilómetros hasta el monasterio de Poblet – que también podría estar entre los pueblos más bonitos de Cataluña – fundado en el año 1150.
7. El observatorio de Áger
Entramos en un territorio de desfiladeros, montañas vertiginosas y barrancos. Allí está este pueblecito, a 600 metros de altura, rodeado de accidentes naturales como el Noguera Ribagorçana y la Noguera Pallaresa o la sierra del Montsec d’Ares. Una maravilla. Álger y sus casas arremolinadas parecen querer sobrevivir todavía con los restos de su doble muralla, protegiendo un interior fascinante, declarado Bien Cultural de Interés Nacional y Conjunto Artístico Histórico. Desde luego, uno de los pueblos más bonitos de Cataluña.
Nuestra recomendación: Desde ya hace unos años, Áger dispone de un Centro de Observación del Universo, bautizado como el «Ojo del Montsec», donde tienen varios telescopios automáticos abiertos al público para observar el firmamento, tanto diurno como nocturno.
8. «Suquet» al Poble Nou del Delta
Y ahora ponemos rumbo hacia la costa tarraconense, al delta del Ebro. Y tal vez a una de las villas marineras que menos aparecen en las listas de «pueblos más bonitos de Cataluña». De hecho puede que no sea el típico pueblo con encanto de esos de cuentos de hadas, pero lo que lo hace único es un aire auténtico a pueblo marinero de casitas blancas y callejuelas estrechas repletas de maceteros con flores de colores, rodeada de campos de arroz y en un entorno privilegiado entre la Laguna de l’Encanyissada y la Laguna de la Tancada. Fue creado para dar hogar a los agricultores de los arrozales de la zona y casi un centenar de familias de colonos. Es perfecto si tienes pensado explorar el Parque Natural del Delta del Ebro.
Nuestra recomendación: degustar un «suquet de peix» en alguno de sus restaurantes: el hotel L’Algadir del Delta dispone de un magnífico restaurante con una acogedora sala comedor con vistas al Delta del Ebro. Antiguamente era un plato sencillo y humilde que estaba compuesto por los productos del mar de poco valor o que los pescadores no habían sido capaces de vender tras la captura. Exquisito.
9. El románico en Cruïlles
Y claro, no podía faltar en esta lista el Empordà, en Girona. La verdad es que allí resulta complicado decantarse por un pueblo u otro: son todos son bellísimos. Allí tal vez estén la concentración de pueblos más bonitos de Cataluña. Pero siempre, cuando escuchas hablar de esta zona, se recomienda conocer Pals, Peratallada o Monells. Aquí nos gustaría destacar un pueblecito que suele pasar desapercibido: Cruilles. Un lugar donde se encuentra una torre románica única en el mundo que se alza junto al campanario de la parroquia de Santa Eulalia.
Nuestra recomendación: desde Cruïlles se puede emprendender una ruta hasta el macizo de «Les Gavarres» y a uno de los paisajes más esenciales del Baix Empordà. Te dejan boquiabierto.
10. La Cripta de la Colonia Güell
Este pueblo más que encanto (que lo tiene) cuenta con una historia curiosa: en 1890 el empresario Eusebio Güell trasladó su industria textil desde el actual barrio de Sants, en Barcelona, hasta Can Soler de la Torre – su finca – cercana a Santa Coloma de Cervelló. El conflicto social en la Ciudad Condal le impulsó a tomar esta decisión, pensando en que así podría controlar a sus trabajadores y aislarlos de los movimientos sindicales. Hoy la Colonia Güell es un pueblo como otro cualquiera. Con viviendas, colegios, iglesias… Bueno, en realidad es diferente, puesto que no todos los pueblos pueden presumir que han sido diseñados por los mejores arquitectos del Modernismo como Antoni Gaudí, Joan Rubió, Francesc Berenguer i Mestres y su hijo Francesc Berenguer i Bellvehí.
Nuestra recomendación: Si se quiere admirar de verdad el genio y la huella más esencial de Gaudí, hay que entrar en la Cripta del pueblo. Dicen que fue el laboratorio de pruebas de la Sagrada Familia. Es pura magia.
Ahora que conoces el encanto de los pueblos de Cataluña… ¿seréis compatibles?